lunes, 5 de agosto de 2013

50 años pagando

Por Javier Bleda


A poco que uno se tome la molestia de estar mínimamente al corriente sobre las informaciones y opiniones que se publican alrededor del mundo en relación a la vivienda social, podrá comprobar que hay un problema recurrente: el precio. Y es que, por más que un gobierno se plantee que quiere hacer frente al problema de la vivienda económica para la población más desfavorecida, si el precio de venta está por e
ncima de las posibilidades reales de los compradores el esfuerzo gubernamental no va a servir absolutamente para nada salvo, tal vez, para que la incipiente clase media pueda aprovecharse de la situación.

Camerún ya acumula a sus espaldas varias decenas de años de independencia, sin embargo el número de viviendas sociales construidas hasta ahora es poco menos que ridículo al superar a duras penas el millar. Su Gobierno, con la mejor intención del mundo, y perfecto conocedor de la carencia de viviendas abordable que acumula, lanza un programa para la construcción de 10.000 unidades de vivienda social, lo que debería hacer que, en principio, la población comenzase a ver un cierto cambio en los criterios que mueven a los gobernantes a intentar poner remedio a los males endémicos en materia constructiva. Lamentablemente, esta iniciativa tiene visos de no poder llegar muy lejos al haber incurrido en el mismo error en el que, una y otra vez, incurren todos los gobiernos y la mayoría de actores que se mueven en el entorno de la construcción social, y no es otra cosa que el precio excesivo de la vivienda.

Según los precios que se manejan en Camerún a día de hoy, se podría acceder a una vivienda social a partir de 17.000 euros y hasta los 35.000, dependiendo de la superficie. Si tenemos en cuenta que el salario mínimo interprofesional es de 43 euros mensuales, en el mejor de los casos un camerunés debería estar pagando cincuenta años para poder convertirse en propietario de la vivienda más grande (allí el tamaño de las familias es algo serio). Y si también tenemos en cuenta que la esperanza media de vida es de 52 años, y que la casa de ninguna manera va a durar tanto, no será difícil imaginar lo absurdo, ridículo y desesperante de la situación.

Pero este no es un problema solamente de Camerún, sino que las soluciones en falso son recurrentes a nivel global, todos los países se enfrentan al mismo conflicto al encarar el problema de la construcción de viviendas sociales, no parecen entender que el cálculo de un precio accesible es absolutamente necesario si lo que se pretende es ofrecer soluciones tan reales como realistas. Cada día podemos encontrar artículos de opinión de cualquier país en el que los articulistas se quejan de elevado precio de las viviendas sociales y de si es que los promotores, tanto públicos como privados, no se dan cuenta de lo estéril de sus propuestas. Y mientras los años pasan y la miseria se consolida.

El que necesita una vivienda barata no piensa en lujos, simplemente quiere un techo familiar el cual, si fuera necesario, ya irá agrandando y mejorando a medida que sea posible. Lo que quiere y necesita es una casa que pueda pagar y que le deje algún dinero para manutención y gastos de la familia. Si ya de partida no puede acceder a un crédito hipotecario por pertenecer en muchos casos al sector informal, y si es que pudiera hacerlo luego se vería imposibilitado para pagar las cuotas del banco si es que al mismo tiempo pretende dar de comer a la familia, nos encontramos entonces con un elemento de creación de impotencia social, más que de creación de ilusión en el intento eterno de todo ser humano por mejorar su calidad de vida y la de los suyos.  

Pero, con todo, lo peor no es la incompetencia de las autoridades por solucionar este problema, sino la ceguera internacional al no querer ver que se pueden construir viviendas perfectamente dignas por apenas un tercio de lo que hoy por hoy se puede encontrar en el mercado. Tal vez en ellas los acabados no sean los mejores, tal vez las instalaciones de agua y electricidad deban ser exteriores, tal vez carezcan de elementos que otras tienen por precios inalcanzables, pero, en todo caso, serán viviendas, se podrán pagar cómodamente y contribuirán a ir solucionando un problema que más parece tener relación con la intención de resolverlo que con la capacidad en sí misma.  

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