Por Javier Bleda
A poco que uno se tome la
molestia de estar mínimamente al corriente sobre las informaciones y opiniones que
se publican alrededor del mundo en relación a la vivienda social, podrá
comprobar que hay un problema recurrente: el precio. Y es que, por más que un
gobierno se plantee que quiere hacer frente al problema de la vivienda
económica para la población más desfavorecida, si el precio de venta está por
e
ncima de las posibilidades reales de los compradores el esfuerzo gubernamental
no va a servir absolutamente para nada salvo, tal vez, para que la incipiente
clase media pueda aprovecharse de la situación.
Camerún ya acumula a sus espaldas
varias decenas de años de independencia, sin embargo el número de viviendas
sociales construidas hasta ahora es poco menos que ridículo al superar a duras
penas el millar. Su Gobierno, con la mejor intención del mundo, y perfecto
conocedor de la carencia de viviendas abordable que acumula, lanza un programa
para la construcción de 10.000 unidades de vivienda social, lo que debería
hacer que, en principio, la población comenzase a ver un cierto cambio en los
criterios que mueven a los gobernantes a intentar poner remedio a los males
endémicos en materia constructiva. Lamentablemente, esta iniciativa tiene visos
de no poder llegar muy lejos al haber incurrido en el mismo error en el que,
una y otra vez, incurren todos los gobiernos y la mayoría de actores que se
mueven en el entorno de la construcción social, y no es otra cosa que el precio
excesivo de la vivienda.
Según los precios que se manejan
en Camerún a día de hoy, se podría acceder a una vivienda social a partir de 17.000
euros y hasta los 35.000, dependiendo de la superficie. Si tenemos en cuenta
que el salario mínimo interprofesional es de 43 euros mensuales, en el mejor de
los casos un camerunés debería estar pagando cincuenta años para poder
convertirse en propietario de la vivienda más grande (allí el tamaño de las
familias es algo serio). Y si también tenemos en cuenta que la esperanza media
de vida es de 52 años, y que la casa de ninguna manera va a durar tanto, no
será difícil imaginar lo absurdo, ridículo y desesperante de la situación.
Pero este no es un problema
solamente de Camerún, sino que las soluciones en falso son recurrentes a nivel
global, todos los países se enfrentan al mismo conflicto al encarar el problema
de la construcción de viviendas sociales, no parecen entender que el cálculo de
un precio accesible es absolutamente necesario si lo que se pretende es ofrecer
soluciones tan reales como realistas. Cada día podemos encontrar artículos de
opinión de cualquier país en el que los articulistas se quejan de elevado
precio de las viviendas sociales y de si es que los promotores, tanto públicos
como privados, no se dan cuenta de lo estéril de sus propuestas. Y mientras los
años pasan y la miseria se consolida.
El que necesita una vivienda
barata no piensa en lujos, simplemente quiere un techo familiar el cual, si
fuera necesario, ya irá agrandando y mejorando a medida que sea posible. Lo que
quiere y necesita es una casa que pueda pagar y que le deje algún dinero para
manutención y gastos de la familia. Si ya de partida no puede acceder a un
crédito hipotecario por pertenecer en muchos casos al sector informal, y si es
que pudiera hacerlo luego se vería imposibilitado para pagar las cuotas del
banco si es que al mismo tiempo pretende dar de comer a la familia, nos
encontramos entonces con un elemento de creación de impotencia social, más que
de creación de ilusión en el intento eterno de todo ser humano por mejorar su
calidad de vida y la de los suyos.
Pero, con todo, lo peor no es la incompetencia de las
autoridades por solucionar este problema, sino la ceguera internacional al no
querer ver que se pueden construir viviendas perfectamente dignas por apenas un
tercio de lo que hoy por hoy se puede encontrar en el mercado. Tal vez en ellas
los acabados no sean los mejores, tal vez las instalaciones de agua y
electricidad deban ser exteriores, tal vez carezcan de elementos que otras
tienen por precios inalcanzables, pero, en todo caso, serán viviendas, se
podrán pagar cómodamente y contribuirán a ir solucionando un problema que más
parece tener relación con la intención de resolverlo que con la capacidad en sí
misma.
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