Por Javier Bleda
Concebir una vivienda social
africana no parece, a priori, algo que entrañe una especial dificultad,
cualquier profesional que se precie está suficientemente preparado como para
distribuir las estancias en base al número de habitaciones. Sin embargo, la
realidad hace que las cosas no sean tan simples, aunque para muchos técnicos
dependientes de organismos públicos africanos relacionados con la vivienda no
parezca que la cosa revista mayor problema a tenor del poco empeño que ponen en
ello.
Para empezar, la cultura local,
diferente en cada país, debería representar una línea de actuación prioritaria
en el momento de la concepción de la distribución de espacios internos. Y esa
distribución interna debería hacerse partiendo de la base de que las familias
africanas usan también sobremanera los espacios externos, teniéndolos en muchos
casos como lugar de reunión familiar siempre que las condiciones climáticas lo
permitan, o a veces porque dichas condiciones climáticas son insoportables
dentro de las viviendas. Todo esto, por supuesto, ya nos hace comprender que la
preferencia del cliente africano siempre va a ser la vivienda individual de
planta baja, que le permita expansionarse en el futuro si lo necesita.
Hablar del clima y sus
condicionantes en la construcción en África no es un asunto menor, ya que se
trata de un continente inmenso en el que se puede encontrar desde el desierto
más duro, con unos cambios diarios de temperatura extremos, hasta la selva más
frondosa, donde la humedad relativa del aire y las constantes lluvias hacen a
veces que vivir tenga una íntima relación con sobrevivir. En muchos lugares los
espacios abiertos, como terrazas o porchados son fundamentales, y en otros lo
que cuenta es que la buena construcción proteja bien del agua que cae con
fuerza y sin control pero, en todo caso, la ventilación interna de la casa siempre viene a ser el pilar central de la
concepción de la misma sea cual sea el clima, porque el que accede a una
vivienda social no suele tener muchas posibilidades de comprar y mantener
climatización artificial, más bien dependen, como ellos mismos dicen, del “aire
de Dios”.
Normalmente, debido a que las
familias africanas suelen ser numerosas, hemos de hablar de viviendas de tres
habitaciones, donde la mayor de ellas sea la dedicada a los padres, y que tenga
al menos entre 14 y 16 metros cuadrados ,
aunque las otras dos puedan tener entre 10 y 12. El salón es una parte
fundamental porque en él se van a desarrollar tanto la vida diaria de la
familia, siendo la presencia del padre el momento en que adquiere más
notoriedad, como la celebración de aquellos actos más importantes y la
recepción de visitas. Tratándose de vivienda social se podría plantear un salón
de entre 15 y 25 metros cuadrados .
El llamado espacio familiar también adquiere una importancia trascendental, ya
que en él se va a vivir el auténtico día a día familiar, y éste puede llegar a
medir igualmente tanto como el salón, aunque si se puede jugar con espacios
cubiertos externos podría llegar a ser mayor. Los baños adquieren una especial
importancia en el contexto africano, ya que si bien en Europa podemos ubicarlos
en cualquier punto de la casa sin mayor problema, no es así en África, donde
estos deben estar en un lugar suficientemente discreto. Se le suele dar mucha
importancia al hecho de que la habitación principal de los padres, como así se
le llama, tenga un cuarto de baño privado. Y para el baño público, el que va a
usar el resto de la familia, se ha de tener en cuenta que suele ser mucho más
útil separar la ducha del wc, haciendo dos compartimentos diferenciados.
Incluso el lavabo puede estar en el exterior de ambos. Y en lo referente a la
cocina no hay que olvidar el concepto de cocina africana, es decir, que una
parte de la cocina pueda ser cubierta y cerrada con puerta, incluso con un
pequeño espacio para despensa, también cerrada, pero sin olvidar que, siempre
que el tiempo lo permita, se va a cocinar en el exterior, con lo que la
colocación de un fregadero externo y un espacio para una especie de barbacoa de
obra sería más que interesante. Además, la cocina no suele estar exactamente
dentro de la casa, sino dentro del recinto.
Los africanos tienen un concepto
un tanto, a mi juicio, equivocado de la seguridad, ya que consideran
fundamental que se construya un muro perimetral que les proteja. Siempre he
entendido que un muro de protección es un obstáculo perfectamente salvable para
un ladrón, y que además, si éste llegase a entrar, es mucho más fácil obtener
ayuda si la casa se encuentra en un entorno abierto que si lo está en uno
cerrado, pero el caso es que, entre conceptos de seguridad, de guarda de los
menores, de guarda incluso de animales y, por supuesto, de privacidad, el hecho
del muro perimetral es una querencia natural, aunque por cuestiones meramente
económicas algunas partes del muro, al menos de momento, puedan ser suplidas
por algún tipo de alambrada.
Llegados a este punto podríamos
preguntarnos si de lo que estamos hablando realmente es de vivienda social,
porque tantas condiciones constructivas no parecen aplicables a familias de
escasos recursos, y es aquí donde hemos de darnos a la reflexión y,
especialmente, a la comprensión, ya que de otro modo podríamos perdernos igual
que se han perdido durante decenios los encargados oficiales de solventar estos
problemas. Para un africano, tener una casa en propiedad es algo que representa
una parte muy importante de su concepto existencial, por eso cuando va a dar el
paso de acceder a una de ellas se lo piensa muy bien y procura que dicha casa
se adapte lo mejor posible a las condiciones de su familia y a lo que él
siempre ha soñado. En la mayor parte de los casos esto no puede ser así, bien
porque los programas oficiales de vivienda social, a los que resulta más que
complicado acceder, ofrecen lo que ofrecen sin posibilidad de modificación, o
bien porque las promociones privadas, que tal vez podrían adaptarse mejor a los
gustos locales, siguen la norma oficialista de anunciar casas con estándares de
otras culturas y precios igualmente inalcanzables. Ni tampoco todas las casas
pueden ser como la explicada anteriormente, con tres habitaciones, salón,
espacio familiar, cocina y dos baños; el bajo costo debe primar a veces y, lamentablemente,
por encima de otras prioridades.
Queda pues por decidir si, a
pesar de encontrarnos a miles de kilómetros de distancia, somos capaces de
buscar soluciones conceptuales abordables para el diseño de la vivienda social
africana que permitan combinar la identidad cultural con un precio
verdaderamente accesible. Hemos de ser capaces de economizar obra construida
jugando con lo que a la vez pueda hacer de muro de cerramiento de la parcela,
de aprovechar espacios exteriores cubiertos con elementos livianos para dar
mayor sensación de amplitud y facilidad de ocupación familiar diaria y, sobre
todo y ante todo, hemos de ser capaces de pensar cómo ofrecer una vivienda tan
digna como inteligentemente distribuida, por un precio que deje la puerta abierta
a los millones y millones de clientes potenciales que hace tiempo perdieron la
esperanza de encontrar alguien capaz de asimilar y ofrecerles un sueño al
precio de una realidad.
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