Por Javier Bleda
"Es fácil tener principios cuando
eres rico. Lo importante es tener principios cuando eres pobre".
Ray Kroc
Hablar de principios casi siempre
nos puede llevar al mismo sitio, es decir, al error. Parece común pensar mal de
los ricos y creer que los pobres son limpios de espíritu, pero esto no siempre
es así, cada uno es cada uno independientemente de su condición momentánea, más
o menos duradera, respecto de sus bienes terrenales. Ahora bien, sí es cierto
que ser rico lleva implícito el que una inmensa mayoría te respete como no
respetaría a un pobre, eso es así, no lo vamos a negar aunque más bien parece
que se trate de una herencia tribal que ronda nuestro subconsciente.
Hablar de principios de ricos y
pobres no dejaría de ser una mera introspección en el campo de la demagogia de
no ser porque, en este caso, de lo que se trata es de dirimir si se pueden dar
facilidades de pago a los pobres a la hora de comprar una vivienda, y más si
tenemos en cuenta que los mayores expertos en este campo, los bancos, nunca lo
harían.
El profesor Muhammad Yunus, Fundador del Grameen Bank de Bangladesh,
mantuvo esta conversación con el director de un banco: “Cuando propuse al
director del banco que debía dar préstamos a los pobres del pueblo donde vivíamos todos, casi se cayó del cielo. No podía creer siquiera que lo había
propuesto. Dijo: “Es imposible.
No se puede hacer”. Yo dije: “¿Qué tiene de imposible? Es una cantidad tan pequeña de dinero que tendrá que
dar que no les hará daño”. Dijo: “No, no
es cuestión de hacernos daño. El dinero
no es lo importante. No es la cantidad. Es sólo que en principio no puedo dar el
dinero a los pobres”. Dije: “Eso es muy curioso porque se supone que se presta dinero
a personas que lo necesitan, y ellos son los que lo necesitan”. Dijo:
“No, aunque lo necesiten, no pueden conseguir un préstamo bancario porque no son
solventes”. Por tanto, tuve una gran
discusión sobre quién merece recibir un crédito y quién no, pero se mantuvo en
su postura de que un banco no puede
prestar dinero a pobres porque no tienen solvencia”.
A veces se elaboran propuestas
que se mueven en el campo de la pura teoría y que, a pesar de ello, terminan
dando pruebas irrefutables de que dicha teoría debería ser práctica obligada.
Este caso es el modo de operar de los bancos, para ellos no hay vida más allá
de las garantías, y no es que se equivoquen porque su negocio es ese, ganar
dinero a partir del dinero, pero se olvidan de lo más importante, las personas,
por mucho que la constante publicidad con la que inundan nuestras vidas quiera
hacer parecer lo contrario.
El profesor Yunus demostró que se
podían dar préstamos a los pobres y esperar que estos los devolvieran con
intereses incluidos. Y no solamente lo demostró, sino que hoy hay cientos de
bancos y entidades crediticias de todo el mundo que utilizan esa política del
microcrédito como una importante fuente de ingresos. Pero, aunque es cierto que
dar un microcrédito a alguien puede ayudarle a subir un peldaño desde el fondo
de la pobreza en que se encuentra, también hemos de asumir que es imposible
adquirir una vivienda con un microcrédito, por lo que se hace necesario buscar
otras soluciones o bien dejarse llevar por la tónica dominante en el mercado
mundial del habitat, si tienes garantías te damos un crédito hipotecario y si
no las tienes te buscas la vida y vives donde puedas con tu familia.
Durante muchos años he vivido
rodeado de gente pobre en África y, por circunstancias, al tiempo también he
convivido con mucha gente rica, y no solo en África. Esta coyuntura bipolar de
la vida me ha permitido constatar que, efectivamente, no resulta difícil tener
principios cuando eres rico, si por principios entendemos respetar tus
obligaciones y no molestarte en que te respeten, porque eso ya se da por
sentado. No voy a descubrir nada nuevo si digo que muchos de los ricos que he
conocido, a pesar de saber lo que son los principios, han hecho dejación de
ellos de una manera verdaderamente obscena, lo que poco a poco me fue mostrando
que el dinero podía dar muchas cosas, pero no garantizaba ser mejores personas.
Por supuesto, también he podido
constatar lo difícil que es tener principios cuando eres pobre, porque la ley de
la supervivencia te exige más de lo que muchas veces puedes llegar a pagar. Pero
con todo, lo peor es que si eres pobre ya se da por sentado que, por no tener,
no tienes ni principios, y eso no es así, al rico, y sobre todo al muy rico, le
importa poco lo que los demás puedan pensar, pero el pobre vive constantemente
cara a la sociedad, y será esa sociedad quien lo juzgue dentro de esa realidad
cotidiana en que se desarrolla su día a día y el de su familia.
Cuando alguien me pregunta que
por qué me dedico a hacer viviendas para los pobres, y no solo a construirlas,
sino también a financiarlas a partir de darles facilidades de pago, no puedo
evitar ver detrás de la mirada de mi interlocutor una suerte de escepticismo a
partir de su creencia, errónea a todas luces, de que me muevo en un mundo
fronterizo entre la utopía y la demencia empresarial. Pero ha sido esa
convivencia de tantos años con gente que no tiene más que su honra, la que me
ha hecho convencerme del gran negocio solidario que significa construir para
los que ni sueñan con una casa.
En los tiempos que corren no es
bueno mezclar pobres con solidaridad, porque puede dar lugar a equivocaciones a
la hora de pensar si es que de lo que estoy hablando es de una ong. No, ni
mucho menos, cuando hablo de pobres me refiero a gente no bancable, personas
que no son bienvenidas en un banco porque se mueven en el sector informal para
ganarse el pan, lo que bajo ningún concepto quiere decir que no ganen dinero,
porque de hecho lo ganan y con él pagan su sustento, el de su familia y el
alquiler del techo donde obligatoriamente han de vivir. Y cuando hablo de
solidaridad, concretamente de negocio solidario, no es pensando en regalar
nada, ni yo soy rico para hacerlo ni los pobres quieren tanta abrumadora e hipócrita
caridad. Por tanto, de estas aclaraciones se desprende que de lo que trata es
de ganar dinero (hacer negocio) con los pobres (no bancables pero que manejan
dinero) de una manera que al tiempo es solidaria (porque se confía en ellos y
se les da acceso a un techo digno).
Construir viviendas para pobres
es un gran negocio, hay miles de millones de ellos. La fórmula para operar es muy
sencilla, ofrecer precios extremadamente bajos que sean verdaderamente accesibles
y luego compensarlo cobrándoles intereses por ofrecerles facilidades de pago.
De esta manera el problema del banco no existe, a partir de miles de pobres que
pagan cada mes se genera un fondo rotativo de dinero que provoca un flujo
constante de capital circulante. Sí, ya sé que la pregunta sigue en el aire
respecto a si los pobres pagarán su casa o no, pero eso sería lo mismo que dar
por hecho que los pobres no conocen la palabra honor y no tienen principios, y
eso es dar demasiado por hecho.
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