Por Javier Bleda
Durante años de mi relación con
la vivienda social en África siempre ha habido una discusión recurrente respecto
a la calidad que debiera tener una vivienda económica. Al parecer, la
construcción de este tipo de viviendas no viene obligada a guardar unas mínimas
normas estructurales, y de calidad de los materiales, que garanticen que la
vivienda va a durar más tiempo del que se tarde en pagarla. Es como si las
vidas de los menos favorecidos y sus familias costasen menos y, por ello, no
pase nada si se les cae la casa encima sin ni siquiera ser necesario que medie
un terremoto para ello.
Este debate bien podría
presentarse como una cuestión simplemente económica porque, no es que aparentemente
no se les pida una serie de características técnicas a este tipo de construcciones,
sí que se les piden, pero como la clientela no tiene suficiente dinero no queda
más remedio que adaptarse a lo que hay si quieren tener una casa, según cuentan
los operadores implicados en proyectos, autorizaciones y control de obras,
porque lo que es a la mano de obra parece que no se le puede pedir mucho más de
lo que se le pide, si no concurre una formación profesional previa.
Pero con todo, lo que siempre me
ha parecido más surrealista es que, travestida tras los ropajes de la consabida
costumbre local, se haga creer en la idea de que a la gente hay que darle lo
que conocen porque, de lo contrario, van a pensar que las casas están mal
hechas. Me gustaría traer a colación una reciente y encendida conversación que mantuve
con el presidente del colegio de arquitectos de un país africano, respecto a la
necesidad de modificar ciertas técnicas de construcción en un determinado gran
proyecto de más de cinco mil unidades, y más en particular que esas
modificaciones afectasen a la cimentación de las viviendas por encontrarse en
terreno arenoso. Ya para comenzar, sin entrar en más detalles, era algo más que
complicado conseguir hacerle ver que la técnica utilizada de manera general en
todas las construcciones en su país era altamente peligrosa y no ofrecía la
menor garantía, y no estaba yo solo en el debate con él, sino que un ingeniero
español apoyaba mis palabras haciéndole croquis de mis argumentos al presidente
de los arquitectos para una mejor comprensión del asunto. Y lo peor es que no
se trataba de incrementar el costo de construcción, sino que dicho costo ya
previsto se mantenía, sólo era cuestión de hacer las cosas de manera diferente.
Después de casi dos horas en las
que nos dijimos de todo, este hombre que ocupaba un puesto de tan alta
responsabilidad terminó por decirme lo siguiente (cito textualmente): “Mire
usted, Sr. Bleda, puede que ustedes tengan razón en sus planteamientos técnicos
y estás modificaciones ofrezcan una mejora importante en lo que compete a la
seguridad, pero aquí la gente ya está acostumbrada a que las casas se hagan de una
manera determinada y saben que puede haber fisuras importantes que necesiten
grandes reparaciones, pero eso forma parte de la costumbre local. Si usted
ahora cambia eso y luego hay un solo problema van a decir que eso ha pasado
porque se ha utilizado la técnica del blanco. Si quiere que le sea sincero, yo
soy un Businessman y lo que quiero es ganar dinero con los menores problemas
posibles”.
Y no es el único caso, como
comentaba al principio, durante años he tenido enfrentamientos similares y
respuestas parecidas, todas se escudaban en la costumbre local de cómo construir.
Sin embargo, cuando cojo a un cliente por mi cuenta y le explico las cosas como
son, no es que no me ponga pegas, sino que me exige de una manera positiva que
le haga su casa como yo digo, porque ha comprendido que el sistema tradicional
tiene enormes errores de bulto. Y este cliente, que no ha necesitado tocar la
llaga para creer, se convierte en un elemento de marketing de considerables
proporciones, porque va a hacer del boca a boca un hábito de vida para contarle
a todo el mundo que su casa no tiene nada que ver con las otras.
Naturalmente, yo no soy nadie para
exponer cuestiones técnicas que afecten a la construcción de una vivienda, pero
todos mis criterios se basan en el conocimiento y el saber hacer acumulado de técnicos
profesionales, principalmente españoles, y también de otros países, que son
conscientes de que la seguridad de una familia no puede estar ni directa ni
indirectamente relacionada con los negocios, con los Business como decía el
presidente de los arquitectos de un país donde, cada poco, se puede asistir al
hundimiento de un edificio.
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